martes, 12 de marzo de 2013

...papelitos rosas


Comprobé que en el bolsillo tenía los papelitos rosas que me había traído de casa y en la hora del patio me armé de valor. Bueno, mi amiga fue la que me convenció para que lo hiciéramos y, lógicamente, yo no iba a ser menos porque era yo quien de verdad sentía algo por ese compañero.
      Y es que, a quién no le podía gustar un niño rubito con ojos azules, sonriente… aunque creo que lo que realmente me interesó de él, durante toda la escolaridad, fue su posible lado salvaje oculto bajo el arañazo que su gato le había dejado impreso en su mejilla.
      Pues bien, cogimos un par de lápices, rellenamos una a una las veinte o treinta tarjetas con pequeños corazones y nuestras iniciales y, cuando creímos que no nos miraba nadie, las lanzamos dentro de su mochila. Las dos nos reímos un buen rato. Bueno, mentira, yo menos, que en el fondo estaba nerviosa por saber la respuesta, aunque no la que obtuve al día siguiente:
      —¡Que sepas que he tirado todos los papeles a la basura! —gritó para que todos los demás lo escucharan.
      —Pues me da igual, era de broma —dije en seguida para intentar defenderme.
      Más tarde, mientras jugábamos al escondite, él se puso detrás de la misma columna que yo, chocando contra mí, y, antes de que le devolviera el empujón, me dio un fugaz besito en la mejilla, se fue y, al irse sin mirar, le cogió el que pagaba.
      —Ha tirado tus papeles y encima quería quitarte el sitio. Es un poco tonto, ¿quieres que le diga algo? Porque como no ha tirado mis papeles igual a mí me hace caso —me dijo mi amiga en tono triunfante.
      —No hace falta, ya le he dado un empujón para que lo pillaran —dije sin quitarle la ilusión pero dándole a entender que no hacía falta que nadie me defendiera. A ver, que la que en realidad se había llevado el premio era yo, aunque fuera con su ayuda.
Es posible que me inventara una realidad que no había pasado o que pasara en realidad, pero me lo guardé siempre como mi primera conquista. Eso sí, él nunca lo afirmará y yo negaré haberlo contado. 

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