viernes, 1 de marzo de 2013

..clic, clic, clic


Clic, clic, clic. De la calculadora están a punto de saltar los números.  Apenas queda ya rodillo en el que escribir cuentas, pero aún no ha acabado. Se acerca la hora de cerrar el asunto, de dejarlo hasta mañana y quiere darse prisa. Una pequeñaja le mira sentada desde el otro lado del escritorio, sonriéndole, aguardando por lo que tiene que suceder esta tarde de verano. Para que la espera sea menos espera, él le ofrece un entretenimiento. Clic, clic, clic. Ella le imita en su trabajo.
Por fin, tres cuartos de hora más tarde puede cerrar la última carpeta. Le da la mano a la niña y se van los dos cogidos a la calle. Allí, ella se lanza hacia la bicicleta que hoy ya sólo tiene dos ruedas.
     —No me sueltes, ¿eh? —y comienza a pedalear mientras él agarra la bicicleta por detrás.
        —No te suelto —le contesta.
Ella, que oye desde lo lejos su respuesta, se para en seco, dándose cuenta de que, si ya no está agarrándole, se va a caer.
      —¡Me has mentido! —dice con pequeño enfado, sin pensar lo que acaba de suceder, y él sonríe porque su promesa se ha cumplido. 

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