martes, 31 de enero de 2017

...un instante

Había dejado a propósito la persiana a medio bajar para que la luz le diera directamente en los ojos. No era un buen día para dormir hasta la hora de comer, pero no quería levantarse y hacer frente a la verdadera razón por la que estaba en casa. Estiró la mano hacia el primer cajón de la mesita de noche y de ahí sacó una camiseta que se puso a modo de antifaz. Justo cuando estaba a punto de dormirse otra vez, su madre y su hermana, menos perezosas, más realistas, entraron sigilosas.

- Tu hermano nos ha pedido que te grabemos el anillo, ¿dónde lo tienes? A ver si nos da tiempo a hacerlo hoy. Tú como si no supieras nada.

Desde hacía unos días, ella había decidido heredar ese anillo. Aunque le venía enorme, no se lo había quitado en ningún momento, pero se lo dio enseguida y se decidió definitivamente a aprovechar todos los momentos que pudiese, todas las conversaciones sin sentido y las compañías silenciosas mientras él dormía. 

Por la tarde, de repente, él entró en su habitación:

- ¿Y tú qué, te regalo algo y ya lo has perdido? -le preguntaba tras un rostro pálido, consumido, con una mirada un tanto perdida pero con una sonrisa enrome. 

- No, me lo quité para no perderlo - le respondió ella pensando que quizás tendría que haber contestado como si no supiera de qué le hablaba. Aunque en realidad eso no tenía importancia, al menos él no pareció darse cuenta.

En seguida le dio el anillo y ella leyó para sí misma el grabado mientras él hablaba.

- Es verdad, siempre lo he estado.

Ella solo podía pensar que, dentro de ese mundo surrealista, confuso y predecible que estaban viviendo, se podía encontrar algún recuerdo que conservar. No supo qué decirle como respuesta más que un abrazo real que, esta vez sí, sería el último.